Por Orlando Beltrán
Siendo mi persona un estudiante universitario y docente en la década de los noventa del siglo pasado estaba habituado a frecuentar las bibliotecas para leer, estudiar e investigar; me resultó grato saber en el año 1999 de la construcción de una biblioteca pública de Bogotá en un sitio que conocía y que no se hallaba lejos de mi casa[1] como la apreciada Biblioteca Luis Angel Arango del Banco de la República. No conocí los planos del proyecto arquitectónico que se iba a ejecutar en el lote de terreno, ni a los constructores de la biblioteca y el parque. Tenía la opinión que la construcción de la biblioteca era un aporte cultural importante a los habitantes de un sector amplio de Bogotá, que comprende de manera directa las localidades de Teusaquillo, Barrios Unidos, Engativá, Chapinero, Puente Aranda y Los Mártires. Considero que ha tenido un impacto positivo en la vida de muchos habitantes de estas localidades que progresivamente han venido a emplear los servicios diversos que se ofrecen y que les ha permitido aprovechar mejor su tiempo libre, de habituarse a leer y a escribir, de aprender sobre diversos temas, de informarse sobre noticias varias, de tener otra opción de entretenimiento sano.
El parque y el centro cultural construidos enriquecieron aún más la infraestructura urbana, recreativa, deportiva y educativa de esta parte de la ciudad capital, consolidó al Parque Metropolitano Simón Bolívar y su área verde que es central e importante para Bogotá[2]. Obviamente la construcción del centro cultural y del parque que la alberga valorizó más su entorno y fue un aporte urbanístico valioso para la ciudad y sus ciudadanos, erigió un espacio público de calidad y que es bello (véase fotografía No.1). Este tipo de obras públicas son necesarias, renovadoras, benéficas y útiles construirlas en otras zonas de Bogotá que carecen de ellas, prestan servicios culturales, educativos, artísticos, informativos, recreativos y de reunión social que son provechosos para una sociedad que pretende ser democrática, ayudan a convivir mejor; estos centros culturales contribuyen a que los ciudadanos tengan la posibilidad de un desarrollo humano más integral. No hay que pagar dinero para entrar a emplear sus servicios. Estas obras desmienten a quienes consideran que sólo lo privado es lo que posee calidad, lo público puede y debe ser de calidad buena en una democracia genuina, que no segregue y excluya a ciudadanos, que no acepte la corrupción, los desfalcos, los fraudes, ni malgastar los dineros públicos en obras mal hechas o innecesarias.
Fragmento del texto escrito por Orlando Beltrán sobre la Biblioteca Pública
Virgilio Barco.
Para realizar la lectura completa, se sugiere ir al blog que creó Orlando
durante el proceso de formación de usuarios impartido por la Biblioteca, en: http://evohebm.blogspot.com.co/2015_08_01_archive.html
Saludos al viejito sandoval que se me pierde mas que el eter,
ResponderEliminarno lo he vuelto a ver Jesus credo!